miércoles, 5 de noviembre de 2014

Mente

Mirando al vacío,

sintiendo la brisa en la nuca, 

las lágrimas resbalaban por su rostro,

resplandeciendo como diamantes,

ojos cristalizados,

enrojecidos,

el cabello enmarañado,

las manos frías, 

entumecidas,

medio azuladas,

pero no había nada,

más frío,

que su mente,

no corazón,

mente, 

porque su mente era,

la que estaba sola,

y en su contra,

la que la arrastraba a donde estaba,

en la cima de la montaña,

pero con medio pie fuera del precipicio.

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